Tuesday, October 17, 2006

El Extremismo y el Terrorista

Cada una de las formas de terrorismo siempre presupone que aquél que está involucrado, cuando menos es un individuo que siente en grados distintos a los demás y que por ende, participa de la sociedad de forma distinta. La participación fuerte presupone intensidad, un sentir intensamente. Y en cuanto a la intensidad como principio, se abren dos caminos o secuencias: una secuencia virtuosa y una secuencia perversa.
La secuencia virtuosa, es más o menos ésta; intensidad por interés, que da atención, da información, da saber. Pero ésta es una secuencia poco frecuente, la secuencia más habitual va de la intensidad al extremismo y en la mayoría de los casos, del extremismo al terrorismo.
La primera cosa que hay que diferenciar es que las peleas las revueltas callejeras no son actos de terrorismo porque carecen de la organización necesaria y de las reivindicaciones políticas que convierten al terrorismo en lo que es. Tampoco la guerra tiene mucho que ver, pese a que consiste en actos organizados de violencia, de crueldad ilimitada. El objetivo de un ejército en guerra es la conquista de un territorio con todas las riquezas naturales y humanas que este territorio posee. Sin embargo los grupos terroristas no desean adquirir territorios porque consideran que ya tienen uno. Su objetivo, al contrario de la guerra es conseguir un Estado para este territorio. Su modo de actuar se puede resumir en la siguiente frase “Haz lo que yo quiero o asume las consecuencias” Esta frase puede considerarse como el imperativo terrorista en sentido general. Esta forma intensa de ver la vida, de vivir con ideales sublimes siempre en el horizonte, hace que el terrorista se convierta en una especie de héroe romántico, un Quijote moderno que lucha con un lanza hecha de ideologías contra el incansable molino del sistema en cualquiera de sus formas (Mercado, Capitalismo, Estado). Esta locura romántica pero a la vez peligrosa crea en la opinión pública un grado de simpatía. Cuanto más extrema es la posición, más intensamente es sentida por el público. Las fuerzas que llevan a las posicione extremas, son, también las que alimentan la intensidad. Entonces la intensidad tiende a producir extremismos a nivel de los grandes públicos.
El moderno David en que se ha convertido el terrorista, lucha ciego contra todo aquél que se oponga a su imperativo, a su lema de vida. Después de todo, es así porque no tiene duda alguna, porque ya lo sabe muy bien; y sabe bien no porque sepa algo (el terrorista es un animal poco inclinado a ser estudiante y pensante) sino porque es un simplista miope que tiene ya sistematizados, en blanco y negro, todos los problemas de la sociedad y del mundo. El terrosita es el enemigo mortal de todo tipo de acuerdos: no quiere saber nada, no necesita saber nada, se burla del saber verdadero y la opinión de los otros sólo le sirve de burla. El terrorista siente, siente muchísimo y basta.